Ver la Versión Completa : [Concurso] Creando nuestra historia
jovencal
08/10/2013, 11:55 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo
Tromax
08/10/2013, 11:57 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia
Pescadete
08/10/2013, 12:10 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla
Thommes
08/10/2013, 12:38 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando
anatronix
08/10/2013, 12:58 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció
Genoveva
08/10/2013, 13:01 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando
jacitno123_ps3
08/10/2013, 13:15 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un
Tromax
08/10/2013, 13:23 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo
MACAFRA
08/10/2013, 13:27 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que
jovencal
08/10/2013, 13:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba
galetes
08/10/2013, 14:02 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un
anatronix
08/10/2013, 14:12 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo
Archeus
08/10/2013, 14:16 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente
Ainur
08/10/2013, 14:22 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico
monoferia
08/10/2013, 14:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentia infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debia ayudarlo, pero desconocia como comer calabazas rojas, la solucion soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear
Aitken
08/10/2013, 14:57 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente
jovencal
08/10/2013, 15:02 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a
Genoveva
08/10/2013, 15:11 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los
Rasph
08/10/2013, 15:31 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos
germanvit
08/10/2013, 15:40 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del
galetes
08/10/2013, 15:42 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo
anatronix
08/10/2013, 15:45 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que
graiffon
08/10/2013, 15:55 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban
Rey_Adri
08/10/2013, 15:57 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados
periquio
08/10/2013, 16:05 PM
[QUOTE=Rey_Adri;26014]Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras
Paletho
08/10/2013, 16:20 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los
DANKITA
08/10/2013, 16:20 PM
[QUOTE=Rey_Adri;26014]Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban
tatan
08/10/2013, 16:25 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir
jacitno123_ps3
08/10/2013, 16:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo
Mario-22
08/10/2013, 16:39 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en
Genoveva
08/10/2013, 17:02 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección
Kroketa
08/10/2013, 17:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a
galetes
08/10/2013, 17:09 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente.
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido
Rasph
08/10/2013, 17:26 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué
Invidit
08/10/2013, 17:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el
germanvit
08/10/2013, 17:31 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general
Mario-22
08/10/2013, 17:45 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a
Hueso
08/10/2013, 17:53 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras
Tromax
08/10/2013, 18:00 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes
xirena
08/10/2013, 18:03 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes
donde
Isa-Bella
08/10/2013, 18:05 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban
Rey_Adri
08/10/2013, 18:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las
jovencal
08/10/2013, 18:12 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas
CAPRICHOSA
08/10/2013, 18:22 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas
alvar237
08/10/2013, 18:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadasde
gindy
08/10/2013, 18:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las
ZoroZ
08/10/2013, 18:42 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras
Star_McHara
08/10/2013, 18:44 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas
Fantastico10
08/10/2013, 18:45 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con
wolfvici
08/10/2013, 18:58 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el
Rasph
08/10/2013, 19:17 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor
Isa-Bella
08/10/2013, 19:27 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco
antonimus
08/10/2013, 19:30 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios
Invidit
08/10/2013, 19:40 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos. Los
Genoveva
08/10/2013, 19:44 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes
jovencal
08/10/2013, 19:49 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias
ZoroZ
08/10/2013, 19:50 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron
anatronix
08/10/2013, 20:02 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos
jacitno123_ps3
08/10/2013, 20:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y
Tromax
08/10/2013, 20:10 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños
Aleardo
08/10/2013, 20:18 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños. Mejillones
galetes
08/10/2013, 20:27 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños. Mejillones para
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos
germanvit
08/10/2013, 20:36 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos comer
antonimus
08/10/2013, 20:37 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes dias fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella
sofia_915
08/10/2013, 20:45 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
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jovencal
08/10/2013, 20:54 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con
Rasph
08/10/2013, 21:05 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor
ZoroZ
08/10/2013, 21:10 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y
Archeus
08/10/2013, 21:24 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito
jacitno123_ps3
08/10/2013, 21:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro
BossHander
08/10/2013, 21:31 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada
Gatit
08/10/2013, 21:36 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro del horno
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la
Rey_Adri
08/10/2013, 21:46 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten
galetes
08/10/2013, 21:59 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos
jovencal
08/10/2013, 22:01 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con
Aleardo
08/10/2013, 22:04 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para (comer) todos, paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con coleópteros
Hueso
08/10/2013, 22:05 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras
octaviojose
08/10/2013, 22:06 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y
Gatit
08/10/2013, 22:24 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo
sofia_915
08/10/2013, 22:30 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de
Genoveva
08/10/2013, 22:33 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero
Rasph
08/10/2013, 22:48 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron
Ainur
08/10/2013, 22:59 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas
germanvit
08/10/2013, 23:05 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las
Gatit
08/10/2013, 23:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas
Hueso
08/10/2013, 23:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas
jovencal
08/10/2013, 23:18 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar
MACAFRA
08/10/2013, 23:23 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a
graiffon
08/10/2013, 23:30 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la
ZoroZ
08/10/2013, 23:31 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente
jacitno123_ps3
08/10/2013, 23:38 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus
iamalf
08/10/2013, 23:51 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fué corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vió flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fué el general a tierras salvajes donde moraban las damas mas agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sarten huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
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Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de
Aleardo
09/10/2013, 00:09 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar
trunksbcn
09/10/2013, 00:16 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero
L4NTR4
09/10/2013, 00:43 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y
Tromax
09/10/2013, 00:48 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces
Horseride
09/10/2013, 00:51 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
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Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El
jovencal
09/10/2013, 00:55 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior
Aleardo
09/10/2013, 01:18 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó
iamalf
09/10/2013, 01:35 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una
Hueso
09/10/2013, 02:33 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica
Genoveva
09/10/2013, 02:35 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia
Alfmor
09/10/2013, 02:44 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras
bichito1landia
09/10/2013, 03:06 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras todos
Horseride
09/10/2013, 04:04 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras todos animaban
Rendar28
09/10/2013, 04:09 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras todos animaban la
VeRSuS
09/10/2013, 05:17 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras todos animaban la lluvia
sagre
09/10/2013, 06:06 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodia mientras todos animaban la lluvia cancionera
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña
anatronix
09/10/2013, 08:08 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
jovencal
09/10/2013, 09:11 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces
Aleardo
09/10/2013, 09:25 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente,
jacitno123_ps3
09/10/2013, 10:47 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, alli
Pescadete
09/10/2013, 11:42 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, alli encontraron
cuarzoazul
09/10/2013, 11:52 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, alli encontraronun caldero
jovencal
09/10/2013, 11:54 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, alli encontraron un caldero azul
trunksbcn
09/10/2013, 12:16 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, alli encontraron un caldero azul putrefacto
antonimus
09/10/2013, 12:32 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno
Rasph
09/10/2013, 12:43 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de
Preperito
09/10/2013, 12:49 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles
MacGroo
09/10/2013, 12:55 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres
EusTaKia
09/10/2013, 13:01 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando
jovencal
09/10/2013, 13:10 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el
elloco69
09/10/2013, 13:38 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron
Sisbirres1
09/10/2013, 13:43 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo
Kroketa
09/10/2013, 13:51 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante
VeRSuS
09/10/2013, 13:53 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso
MACAFRA
09/10/2013, 14:05 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que
jacitno123_ps3
09/10/2013, 14:16 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba
Erkami
09/10/2013, 14:19 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a
iamalf
09/10/2013, 14:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población
periquio
09/10/2013, 15:19 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era
Genoveva
09/10/2013, 15:29 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable
germanvit
09/10/2013, 15:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que
Archeus
09/10/2013, 15:41 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la
Hueso
09/10/2013, 15:48 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz
Tromax
09/10/2013, 15:49 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion
Filonel
09/10/2013, 15:54 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion reflejase
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion reflejase su
Rey_Adri
09/10/2013, 16:00 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion reflejase su pierna
j0ngy
09/10/2013, 16:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion reflejase su pierna menguante
MACAFRA
09/10/2013, 16:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la luz situacion su pierna menguante llena
MeYga
09/10/2013, 16:24 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida
Paletho
09/10/2013, 16:28 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta
L4NTR4
09/10/2013, 16:47 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación
Aleardo
09/10/2013, 16:48 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso!
ZoroZ
09/10/2013, 16:51 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de
Archeus
09/10/2013, 17:01 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un
Tromax
09/10/2013, 17:09 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado
jacitno123_ps3
09/10/2013, 17:13 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de
Genoveva
09/10/2013, 17:38 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos
Judicator
09/10/2013, 17:46 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos
biglitt
09/10/2013, 17:58 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos siempre
L4NTR4
09/10/2013, 18:00 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena de una deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un
Tromax
09/10/2013, 18:13 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono
Kroketa
09/10/2013, 18:17 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín
Rasph
09/10/2013, 18:44 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso
periquio
09/10/2013, 18:47 PM
[QUOTE=Rasph;26225]Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín, ocioso comenzó
Se han saltado esta palabra, cuenta para el concurso
Archeus
09/10/2013, 18:47 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue
ZoroZ
09/10/2013, 18:51 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia
VeRSuS
09/10/2013, 18:57 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA
Genoveva
09/10/2013, 19:06 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con
maldinyo
09/10/2013, 19:07 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo
sofia_915
09/10/2013, 19:19 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo de
jacitno123_ps3
09/10/2013, 19:22 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy
Tromax
09/10/2013, 19:32 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto
VeRSuS
09/10/2013, 20:00 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando
Mario-22
09/10/2013, 20:02 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel
Kroketa
09/10/2013, 20:34 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso
Archeus
09/10/2013, 20:36 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un
Hueso
09/10/2013, 20:48 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo
sofia_915
09/10/2013, 20:53 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso
Gatit
09/10/2013, 21:15 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció
Genoveva
09/10/2013, 21:21 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás
Mario-22
09/10/2013, 21:22 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de
jacitno123_ps3
09/10/2013, 21:23 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena de una deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal
jovencal
09/10/2013, 21:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito
Kroketa
09/10/2013, 21:43 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo
Archeus
09/10/2013, 21:49 PM
hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Canival conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaeton pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo
Gatit
09/10/2013, 22:15 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó
antonimus
09/10/2013, 22:35 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó un
Sisbirres1
09/10/2013, 22:37 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!"
galetes
09/10/2013, 22:45 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!".Tenemos
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que
ZoroZ
09/10/2013, 22:52 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar
Genoveva
09/10/2013, 22:52 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los
Rey_Adri
09/10/2013, 22:54 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas
Gatit
09/10/2013, 22:57 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para
EusTaKia
09/10/2013, 23:03 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir
jovencal
09/10/2013, 23:10 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros
trunksbcn
09/10/2013, 23:11 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles
germanvit
09/10/2013, 23:15 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que
antonimus
09/10/2013, 23:39 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan
Aleardo
09/10/2013, 23:44 PM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la
jovencal
10/10/2013, 00:11 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla
Hueso
10/10/2013, 00:23 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de
antonimus
10/10/2013, 00:39 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua
jacitno123_ps3
10/10/2013, 00:42 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque
ZoroZ
10/10/2013, 00:44 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos
VeRSuS
10/10/2013, 00:46 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde
Genoveva
10/10/2013, 00:51 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar
jovencal
10/10/2013, 01:24 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia ESPAÑA con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso
Rasph
10/10/2013, 01:28 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta
elloco69
10/10/2013, 01:45 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se
Aleardo
10/10/2013, 01:50 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó
Genoveva
10/10/2013, 02:27 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar.
Hueso
10/10/2013, 02:37 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente
MACAFRA
10/10/2013, 02:52 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se
germanvit
10/10/2013, 07:03 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a
anatronix
10/10/2013, 07:50 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer
jovencal
10/10/2013, 08:45 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rapidamente
Sisbirres1
10/10/2013, 08:51 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rapidamente sin
antonimus
10/10/2013, 09:12 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rápidamente sin luces
Pescadete
10/10/2013, 10:41 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rápidamente sin luces ni nada
periquio
10/10/2013, 10:46 AM
[QUOTE=Pescadete;26313]Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rápidamente sin luces ni nada para
Sisbirres1
10/10/2013, 10:49 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rápidamente sin luces ni nada para proteger
jacitno123_ps3
10/10/2013, 11:07 AM
Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.
Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares
Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.
Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.
Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.
Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salió Víctor el terrible con un felpudo como un cajón de hierro, gritando corrió hacia la ventana corrediza para lanzarse hacia el exterior del habitáculo oculto de su oficina.
Puede ser ortopédico el bastón tallado a mano que encontró en el camino angosto de hace millones, pero no podía creer el en que allí podría pivotar la forma incomprensible dando lugar a una buena sacudida para ir bienaventurado hacia el castillo blanco hispano situado en una colina de Settlerlandia, frondosa, cuaternaria y lúgubre.
Emprendió un largo y legendario viaje a ciudad Real, provincia de una bonita región montañosa, fronteriza con bellas montañas rojas y celestiales palacios que admiraban con gran vehemencia y pasión. Aquellos lugares lejanos eran difíciles de explorar porque allí se encontraba un jabalí peludo muy peligroso y hambriento.
Cuando empezó una aventura de caballeros, se adentraba sigilosamente por una mina de oro que estaba flotando misteriosamente sobre un lago salado amarillo. Entonces un dragón rojo apareció de súbito y se puso a exhalar fuego azulado. Era fiesta de destrucción totalmente de Armagueddon y entonces apareció un gnomo travieso con un pico gigante cuando pudo ver su trasero peludo, estaba a un palmo de su cola venenosa, cuanto hombre hubiera gritado de euforia si todo fuera del mismo sentido que anunciaba la próxima batalla de proporciones descomunales contra la gran maravilla del mundo.
Avanzando hacia el chamizo destartalado vislumbró una magnífica residencia. Pikachu atacó el corral lleno de conejos rosas saltarines, una gorda liebre que comía reclutas insumisos cuando uno le atacó saltó veloz hacia la capacha negra y se acucio entre los árboles.
Antonimus era importante, pero cascarrabias y delgaducho; él feliz cantamañanas cantaba una melodía muy hermosa que engatusaba a las hadas blancas. Arpegios musicales salían de su boca que colmaba el momento de fiesta otoñal del batiscafo dorado. Pero la bruja no tenía ninguna gana de limpiar el sucio y andrajoso carromato que circulaba cargado de calabazas gigantes, así que fue corriendo hasta Mary Caníbal conocida, que siempre estaba fastidiando ha Antonimus, menudo granuja. Un día después, envió un caballo cojo, moribundo, tuerto y hecho polvo hacia cualquier lugar con valentía infinita para LO que el pensaba sería magnífico, cuando desgraciadamente vio flaquear un momento para tomar aire y pensó que seria y debía ayudarlo, pero desconocía como comer calabazas rojas, la solución soñada. La hermana Geltrudis mayor de aquel pobre tenía de necesidad ir cantando reggaetón pero cuando encontró una mejor forma de divertirse corriendo hacia Sevilla. Cuando apareció sudando un monstruo que llevaba un martillo grandiosamente hidráulico para golpear indiscriminadamente a los intrusos del castillo que estaban sentados mientras los otros optaban por salir corriendo en dirección a poniente. Bienvenido fue el general a tierras salvajes donde moraban las damas más agraciadas de las llanuras cultivadas con el sudor seco de varios mefítidos.
Los siguientes días fueron aburridos y extraños. Mejillones para todos, comer paella valenciana con amor y pescadito dentro, acompañada del horno y la sartén huevos con albóndigas caseras y zumo de uvas moscatel. Pero llegaron ellas, las teutonas hispanas animar a la gente con sus canciones largas de aguantar pero sabrooosonas y dulces. El año anterior cantó una folclórica melodía mientras todos animaban la lluvia cancionera sureña bailaban.
Entonces, sorprendentemente, allí encontraron un caldero azul putrefacto lleno de caracoles silvestres, mirando el contenido vieron algo brillante, asqueroso que estaba aterrorizando a la población. Era probable que la situación de la luna sobre el caldero reflejase su pierna menguante llena deslucida putrefacta inflamación. ¡Asqueroso! Resultando de un pasado lleno de recuerdos ociosos.
Así un colono saltarín ocioso fue hacia España con el ánimo muy alto dijo el explorador. Cuando de aquel preciso instante un anacardo apetitoso apareció detrás de un nogal y el pequeñito duende pelirrojo y gordo soltó "carambanos!!!". Tenemos que recuperar los mapas para conseguir tesoros increíbles que no existan en la isla de Pascua porque partimos veloces desde aquel lugar asombroso hasta que se mineralizó el mar. Misteriosamente se empezó a oscurecer rápidamente sin luces ni nada para proteger entonces
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