He despertado y maldecido, mil veces a mi destino. Dios no me ha acompañado en mi suerte. Siento dolor y melancolía, por mi tierra pérdida. Me levanto y trabajo. Esa es mi vida por ahora. Mi única misión, matar sucios bárbaros. Soy Thommes Shergen, ex-capitán del ejército de Shagnol y ahora, mercenario.
Nací en la ciudad de Shagnol, no muy grande, pero mi ciudad. Disfrutaba de sus jardines, sus plazas y mercados, las fuentes, las gentes. Me deleitaba con su color y grandeza. Como era natural en Shagnol, un noble se instruía en la academia desde joven, siempre que pudiera pagarlo, en mi caso, mi patrimonio era grande. Mis padres, de origen nórdico, compraron allí terrenos y minas. Shagnol, era una ciudad muy conocida por la posición estratégica, localizada entre montañas y rica en carbón y hierro. En la academia nos instruían desde los 6 años. Nos enseñaban valores como la nobleza, cortesía o el culto a dios. Aprendíamos conocimientos en supervivencia, combate con armas y cuerpo a cuerpo. Nos enseñaban a disparar y a ser silenciosos y precisos. Muchos reyes nos contrataban para misiones de gran peligro o como su propia escolta. Eramos la élite, la legión de toro de plata. Indestructibles, decían. No siempre.
30 de Diciembre de 1512, un día frío. La nubes oscurecieron el dia y la niebla dejó la ciudad en penumbra. Quizás Dios sabía lo que iba a pasar. Me levante de mi cama, me vestí y alcance el cuartel. Preparabamos una emboscada contra una empresa, cuyo fin era conseguir esta posición. Salimos muy temprano. Según los exploradores, se suponía que un pequeño ejército se dirigía para ver cual era nuestra capacidad militar. Así que pensabamos darle una buena imagen. Nos ibamos a ocultar en el bosque de Jerguen. Al este de la ciudad, a unos 5 o 6 km. En el bosque, sus soldados no podrían hacer nada contra nuestras mejores armas, mejores soldados y un ataque sorpresa, todos iban a morir. Ibamos a establecernos 2 dias antes de su llegada Sin embargo, las cosas no siempre salen como quieren.
Cuando nos dirigimos hacia el bosque, a penas recorrimos un par de kilometros, cuando, en el horizonte se veían, tropas. Un ejército enorme, dispuesto a acabar con todos nosotros. 17 escuadrones. Maquinas y torres de guerra. No era una expedición, era un autentico ejército de conquista. Todo era inesperado. Asi que combatimos. Nos preparamos rápidamente y disparamos. Nuestros rifles, que tenían un cañon mas largo, alcanzaban mayor distancia. El escuadron de piqueros no lo esperaba, confusos y ensordecidos, se tiraban al suelo para evitar recibir mas disparos. En un momento, cayeron sobre nosotros 5 escuadrones de jinetes. Cargando contra nosotros. Nos pusimos en formación. Eran demasiados. Así que corrí hacia mi caballo. Si llegaba a tiempo, podría llamar al resto del ejercito. Cuando llegué al caballo, y estaba a punto de subirme, un jinete me alcanzo con su maza. Recibí un golpe intenso en la cabeza, que me dejo confuso y me hizo caer. ¿Habría muerto?.
Era ya tarde, cuando volví en mi. A mi alrededor, solo muertos. Mire de frente, mi caballo, estaba encima mía. Me arrastre como pude para poder salir de allí. Su cuerpo casi me cubrió, me protegió de flechas y disparos. Me mantuvo con vida. Gracias. Cojeaba y sentía un dolor abdominal muy fuerte. Seguramente por el peso del caballo. Mientras andaba por el campo de batalla, solo había muertos y más muertos. Tenía frío y todavía estaba confuso y mareado. Cogí unos jarapos, con los que me tape, y la camisa de un soldado que encontre en mejor estado. Y di la vuelta. Horroroso, no debí haberlo hecho. Me arrepiento. Mi ciudad, totalmente arrasada. Los soldados aún estaba en la ciudad. Así que huí, cogí una faltriguera y una bota con agua, que encontre en un soldado y corrí. Fuera de los caminos. 1 semana pasó desde aquello, cuando, despues de recorrer los acantilados hacia el norte. Encontré una ciudad. Debía comenzar una nueva vida.
7 años han pasado desde aquel horroroso día. Ahora soy un monstruo. No mato por honor, sino por dinero. He perdido todo lo que me enseñaron, una lastima. Supervivencia. Hoy, 25 de enero de 1520, me dirijo hacia una nueva isla. Me hablaron de riquezas, tesoros y tierras. Proteger a los ciudadanos de bárbaros y bandidos. Hablaron de.... América... si, creo que era eso. A hacer lo que me toca, acabar con todos esos hombres-mono y proteger a la ciudad de estas y otras amenazas. Pero ahora, como dirigente, de nuevo, de mi propia escuadra.
Una nueva tierra, una nueva historia, un nuevo destino. Capitán Thommes Shergen, dirigente de la empresa Santa Cristina. El Protector.