Existen leyendas, historias y mitos, pero lo que os voy a narrar a continuación es un “cuento”. Un cuento que aunque sea inventado es muy bonito, ¿no?...... empiezo:
“Había una vez un conejito blanco que vivía en una granja. El conejito se embargaba de felicidad cada vez que veía a los colonos reír, divertirse…en definitiva, disfrutar. Todos los días pasaban muchos colonos cerca de la granja y el pequeño conejo se acercaba todo lo que podía para escucharlos mejor y de esta forma….también alguno de ellos al verlo lo acariciaban.
Al caer la noche, el conejo se iba a dormir con el corazón lleno de felicidad.
Cierto día, al levantarse, el pequeño conejo vio que los colonos ya no reían tanto, y que solo hacían que ir de aquí para allá, cargando trigo, piedras, espadas, mármol…. Y todo tipo de recursos. El conejito preocupado le pregunto a una pequeña colono que pasaba por allí: - hola, ¿cómo te llamas?, - Iraidaaa, le respondió la niña, -¿Por qué los colonos de tu pueblo no hacen más que ir corriendo a todas partes con piedras y demás?, volvió a preguntar el pequeño conejo. A lo que Iraidaaa le respondió,- Quieren que la isla este bonita, que hayan residencias nobles, molinos, castillos…. Al terminar la frase la niña se fue corriendo, tenía prisa, pero el conejo, se quedó pensando, extrañado, lleno de tristeza y preocupación y al caer la noche fue a dormir. Así pasaron días, semanas… hasta que se le ocurrió una gran idea, a los colonos les encantaba jugar y reír, solo necesitaban algo que los impulsara a ello, y se olvidasen al menos por unos días de hacer bonita la isla, ya que al fin y al cabo lo que importaba era la felicidad de ellos y no lo bonita que era la isla donde vivían. Se pasó la tarde pintando y correteando de aquí para allá y al llegar la noche se fue a dormir muy ilusionado. Cuando amaneció, un colono que iba a realizar su tarea encontró un huevo pintado de unos colores preciosos y corrió a decírselo a los demás, uno a uno los colonos iban encontrando huevos. El pequeño conejo escuchaba las carcajadas y los gritos que estos daban cada vez que encontraban un huevo, ahora todos resplandecían de felicidad, y el también por verlos a todos.
De esta forma, cada semana, justo en estas fechas el pequeño conejo escondía huevos preciosos de unos coloridos extraordinarios, solo por ver a los colonos de su isla irradiar felicidad aunque solo fuese por unos días……