- Abuelo, cuéntame de nuevo esa historia del conejo bailarín.
- ¡Pero si ya te la he contado miles de veces!
- Venga abuelo. Por favor, ¡que me gusta mucho!.
- Está bien, CaWsO. Pero, ¿sabes qué? En esta ocasión te la explicaré de forma distinta:
                                                  “Era yo un muchacho, de no más de seis años,
                                  cuando en medio de luchas y reyertas por el poder de las tierras,
                                    un estrambótico ruido sonó en la voz del eco de las montañas.
                                         Una música, movida y pegadiza, avanzaba a paso ligero
                                        provocando en los guerreros un gran pavor y desconcierto.
                                Todos ellos, librando una sangrienta batalla, paralizaron sus armas, 
                                      buscando el origen del estruendo con sus oídos y miradas.
                                              De repente, unas orejas grandes y peludas, 
                           asomaron por el horizonte acercándose a la velocidad de un rinoceronte.
                                       -	¡Un monstruo, Señor! - Mencionó un soldado.
                                       -	¡Un conejo, Señor! - Comentó extrañado otro guerrero.
                                         Subido en una tabla con ruedas, vistiendo florida camisa
                                                 y llevando en los ojos oscuras lentes, 
                                        un conejo irrumpió y se detuvo en medio de los valientes.
                                          El miedo paralizó a todos y cada uno de los asistentes,
                                             pues de un enorme y extraño cofre, se escuchaban 
                                                         estridentes laúdes y tambores.
                                      -	¡Mirad! ¡A enanos tiene presos este monstruoso conejo
                                            y en su gigantesca caja nos tocan un concierto!
                                     Los nobles de ambos bandos decidieron unir sus fuerzas
                                          con el fin de darle caza y salvar así sus riquezas.
                               -	¡Cogedle! Dijeron los Señores. ¡No es más que un conejo!
                               -	¡Pero Señor, es un conejo grande y dentudo, que con solo decir
                                                            “Bwaaaaah” te meas del susto!
                                                  Los ilustres señores gritaban y ordenaban
                                             para que con este magno roedor todos acabaran.
                                                     Mas imposible era aquella hacienda, 
                                              cuando todos sus guerreros sus piernas movían
                                              al ritmo de una música diabólicamente movidita.
                                  Y es que aquel conejo con su rebelde danza a todos contagiaba,
                                     paralizando tan cruenta guerra y devolviendo la esperanza.
                                                     Y así fue cómo grandes enemigos,
                                       cómo Protogildo “El Macarra” y Freekie “El Pirata”,
                                                  o Mary "la Salvaje" y el fétido Mofeta,
                                         por amistosos abrazos cambiaron sus espadas
                                      en aquella gran fiesta que siempre será recordada.
                                         Desde aquella fecha, y en el Día de Pascua,
                                                  huevos y conejos de chocolate
                                          a sus mayores todos los niños regalan,
                                   y de esta forma a todos ellos hacerles recordar
                                    que no es más valiente quien toma las armas
                                         sino el que bailando con gozo y alegría
                                   al afligido devuelve la ilusión y la esperanza.
                                         Y así fue, nietecillo, como tu abuelo, 
                                      con la música pegadiza de aquel conejo
                                          se convirtió en un bailarín rockero
                                             desgastando sus viejos huesos.
                                                         Bwaaaaah! 
                                                         Oh, yeah!”
-	Abuelo, si me das permiso, me gustaría plasmar esta historia en el concurso de un juego. El premio es jugoso, pero no me importa si pierdo, si a los usuarios en sus bocas dibujo una sonrisa y sus corazones alegro.
-	Jajaja CaWsO. Deberíamos hablar más a menudo estimado nieto, pues aunque viejo y pasado de moda mi hermosa expresión estás aprendiendo!