En una isla de cuyo nombre no quiero acordarme vivía Jovencal, un viejecito gordito y bonachón, el cual un día al examinar su ropero observo que su afición al brebaje le había dejado las pantalones con una falta de medio metro en la cintura para podérselos abrochar. Se enteró de un nuevo habitante de la isla que por lo que decían sus vecinos era sastre y de los buenos.
Ni corto ni perezoso se lio en una de su mantas y fue corriendo a ver al joven sastre, y le pidió que le hiciera unos pantalones, ya que sin ellos no le dejaban entrar en la taberna.
El sastre acepto el encargo, y empezó a tomar medidas, el pobre le faltaba cinta métrica y tuvo que usar la cuerda del pozo que tenía en la puerta.
El pobre sastre estuvo trabajando sin descanso 2 semanas, después de agotar todas sus telas y parte de las cortinas de la casa, consiguió hacerle los pantalones al viejecito.
Este quedo tan satisfecho con el trabajo realizado, que le pago muy generosamente al sastrecillo y le ofreció un casita adosada al lado del gran lado del reino para que se tomara unas vacaciones, el sastre después del trabajo y viendo la insistencia del viejecito acepto a regañadientes y el su familia se encaminaron al chalecito adosado del viejecito, al llegar vieron la asombroso del lugar era un lugar paradisiaco, la semana que disfrutaron él y su familia siempre quedara en su memoria, y el viejo gordinflón le prometió todos los años una semana de vacaciones siempre que le hiciera un par de pantalones, el sastre después del pensárselo y oír la insistencia de su familia por que aceptara el trato, decidió aceptar, eso sí temiendo el día que el viejo volviera a tomarse medidas.
Un Saludo a todos y mucha suerte de vuestro amigo Jovencal