Como cada mañana, Gran Polís, pasea por las tierras de su reino. Conoce cada palmo de terreno de aquel hermoso lugar. Esta mañana pasó junto a un estanque, donde unos niños y niñas chapoteaban alegremente, atentamente vigilados por el que parecía ser su maestro.
Cuando le han visto acercarse, en su caballo negro, algunos salieron a verle. Reían e intentaban tocar al rocín. Al principio el animal se asustó, pero pronto se calmó tras unas palmaditas de su amo.
Gran Polís ha heredado aquel reino, un país rico en minerales y madera. Con grandes praderas donde pastaba el ganado y los cultivos se extendían. Con grandes y frescos ríos, plagados de buena pesca. Donde los frondosos bosques albergaban buena madera y mejor caza.
Pero todo aquel lugar no sería tan bueno sin una mano firme y justa que lo dirigiese. A él le llaman Gran Polís no por su tamaño o fuerza, sino porque imparte justicia con sabiduría, porque reparte los buenos resultados agrícolas y comerciales con todos. Porque en su reino nadie pasa hambre, nadie es inculto, las enfermedades son tratadas siempre por los mejores galenos. Sus consejos son valorados incluso allende los mares.
Este paraíso no está exento de peligros por parte de malhechores, de intentos de asalto de reinos distantes, que envidian el crecimiento y el beneficio del lugar. En estos momentos es cuando un buen rey es apoyado por sus vasallos, sin necesidad de obligarles. Todos quieren seguir viviendo en paz y prosperidad, todos acuden sin necesidad de llamamiento. Es cuando los herreros y fundiciones trabajan el mejor metal para su defensa.
A este rey no se le llama Gran Polís porque tras la batalla se refugie en su castillo, sino porque acude a consolar a las familias que han perdido a alguien. Porque ayuda a levantar las casas derruidas o reparar los caminos y puentes.
No es extraño encontrarle disfrutando de una buena jarra del más dulce brebaje en alguna de las posadas, junto a los agricultores mientras celebraban el éxito de la cosecha. O leyendo las viejas historias a los niños cuando acude a verles en las escuelas.
Todo es idílico en este reino, bueno casi todo, el rey siempre disfruta de buenos amigos, camaradas que darán todo por él. Pero no encuentra una reina que comparta sus “costumbres”. Las princesas de los reinos cercanos, son princesas, nunca han cortado heno, pescado a mano, guisado un espetón de carne; no han roto sus vestidos mientras ayudan a un niño enredado en alguna zarza.
Él busca una compañera que sepa ser reina y plebeya. Que no le importe mancharse las manos y de tenerlas limpias llegado el momento.
Llegan noticias de un lejano reino, el mensajero corre a darle el pergamino a su rey, algo ocurre. Vuelve su caballo y regresa al castillo, convoca a los generales. Un viejo amigo de la familia, del que no sabe desde hace mucho tiempo requiere su presencia. Su país está en una de zona donde las playas y los bosques son de ensueño. Un lugar de vacaciones. Suenan los cuernos y timbales en las almenas, está convocando al pueblo. Sube a las murallas del castillo. Y grita:
- ¡¡Amigos, preparaos para un pequeño viaje!!, ¡¡¡NOS VAMOS DE VACACIONES!!!. Iremos a un lugar donde celebrar los festivales de verano, donde las playas son blancas y los bosques frescos. Donde seremos agasajados y descansaremos del duro trabajo, daos prisa, que partimos en breve.