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Tema: [Concurso] Creando nuestra historia

  1. #351
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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental

  2. #352

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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces
    Última edición por MOD_Yosom; 04/10/2013 a las 23:42

  3. #353
    Avatar de jovencal
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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces
    Última edición por MOD_Yosom; 04/10/2013 a las 23:42 Razón: se salto una palabra

  4. #354
    Avatar de yakob
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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del
    Última edición por MOD_The_Thot; 04/10/2013 a las 21:06

  5. #355
    Avatar de anatronix
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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo

  6. #356

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    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio

  7. #357
    Avatar de jovencal
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    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Victor

  8. #358

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    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Victor el

  9. #359
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    Hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí vivía un valiente gordito dicharachero y simpático que comía muchas judías estofadas. Todos los vecinos competían por gran cantidad de monedas y oro español que importaron de settlerslandia, pero fue muy rencoroso con su vecino. Un día aciago, partió hacia algún lugar donde se cayó la luz, pero encontró una piedra.

    Días después enfermó duramente en aquella primera helada otoñal y enfebrecido salió quejumbroso de su residencia flotante más grande para ir al pantano, tropezando con unas sandalias rojas gigantes llenas de una substancia viscosa que sobresalía por los más insospechados bordes deshilachados irregulares

    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Victor el terrible

  10. #360

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    Amaneció en la isla y el Sol mostro su máximo esplendor, quemándole sus pantalones bombachos. Provocándole una mancha grandiosa en su pierna de madera exótica.

    Se puso de pie y pensó que sería mejor ir a comer en el medio del campo unas habas cocidas y unas judías verdes estofadas exquisitas con panceta bien quemada. Pero de momento nada de brebaje, sólo agua. Después pensó que exageraba y decidió invitar a sus primos a pan con chocolate. En alpargatas salieron corriendo a buscar granito hasta que le encontró tendido en el suelo. Estaba sin pulso, blanco como la nieve vilagarciana. Sin un ápice de entusiasmo para volver a Hispania con resaca mañanera.

    Al amanecer le parecía haber visto un ornitorrinco volando, pero tras otro miramiento, se puso de pie para cerciorarse y a mirar el horizonte pensó que el mar era como una esponja. Entonces sacó su reloj granate de su faltriquera para mirar inquieto la hora para ir a comprar algo de pan a la panadería de Settlerlandia, allí encontró un buen y exquisito turrón de pasas con chocolate y miel que tenía en la parte superior del turrón.

    Atardeciendo un buen domingo, sobre nuestras islas había trigo sembrado en hileras bien organizadas y ordenadas. Gustavo, bandido oscuro fue antaño, un marinero muy bien valorado, venerado que tenía la choza pirata junto al mar amarillo del norte, decidió pescar un rato cangrejos ermitaños pero no pudo concentrarse, entonces abandonó. Tras dejar hipopotomonstrosesquipedaliofobia, se dirigió a cazar ciervos bizcos y lentos para ir a la cueva para preparar una taza o jarra. El viejo edificio se derrumbó al llegar un soplo de aire huracanado del desierto oriental y entonces del suelo salio Victor el terrible con

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